
El 24 de Abril de 1853 en la cuidad británica de Stood, Dios manda a la vida a Don Isaac Newell, hijo de Joseph Newell y Mary Goodger.
Con tan solo 16 años, llega a nuestra cuidad y golpea la puerta de Guillermo Wheelwright, llevando un sobre que contenía la recomendación de su padre para que le brinden trabajo.
Comienza su camino en Rosario como telegrafista, sin nunca dejar sus estudios. Conoce a la señorita Anna Jockinsen de la cual se enamora rotundamente. Con el paso del tiempo fueron los padres de Claudio Lorenzo, Liliana y Margarita. Una vez que ambos se recibieron de profesores de ingles, en 1884, fundaron el Colegio Comercial Anglicano Argentino. Los colores del escudo eran provenientes de las banderas de los países de procedencia de Don Isaac (se escoge el rojo por Inglaterra) y Ana Maria (se escoge el negro).
La ilusión de Don Isaac iba más allá. Se fue a su país natal para regresar a Argentina con el 1er reglamento de fútbol y la 1er pelota de fútbol que ingresó al país.
En ese mismo año, 1884, el fútbol se empezó a jugar en el patio del colegio, ubicado en la calle Entre Ríos al 200, en los momentos que los alumnos estaban en el recreo.
Esto era algo totalmente innovador en nuestro país, el deporte se hace cada vez más popular y era tal la trascendencia que los alumnos elegían el Colegio Comercial Anglicano Argentino para poder jugar al fútbol.
Tal movimiento popular se fue agrandando de manera trascendental con el paso del tiempo. Como consecuencia de esto, en 1903, Claudio Lorenzo le da la forma de club. Convocando a todos los alumnos y ex alumnos de la escuela. En honor al creador de todo esto, el club lleva el nombre de Newell’s Old Boys. Una rápida traducción significa Los Viejo Muchachos de Newell, pero haciendo un análisis más profundo Los Egresados de Newell, debido a que todos los que jugaban para el club habían pasado por el colegio. Los colores del club, serían los mismos que el escudo del colegio. Mitad rojo y mitad negro.
Don Isaac nos deja físicamente en Octubre de 1907. Era el momento de descansar, luego de una vida llena de tanta magia. Con tan solo 54 años pasa a estar allá arriba, para ser el ángel de todo este pueblo.
Sencillamente esta no es la historia de una novela ni tampoco de un libro. Es la poesía más maravillosa que escuché en mi vida.
Es la historia de una persona que poseía la colosal visión de traer en 1884 el fútbol a nuestro país y hacer que seamos los pioneros en esta materia. Estoy seguro que la enorme fuerza con la que contaba Don Isaac fue la culpable del eterno amor que existe hoy en día por estos colores.
Es imposible decir que Don Isaac no está entre nosotros, si su apellido esta metido en lo más profundo de los corazones de cada uno. No existe la manera de no tener presente a nuestro padre fundador.
¿Qué hubiese sido de nosotros y de nuestras vidas, si don Isaac no desembarcaba en Argentina? Seguramente no hubiésemos existido en este mundo, debido a que no imagino ni concibo una vida sin Newell’s.
Mis mayores de los respetos para usted y su familia Don Isaac Newell, ya que fueron las patas vivientes de esta pasión. Muchas gracias Don Isaac por hacer que su apellido sea la palabra más hermosa que existe y será, por los siglos de los siglos, la más respetada.
Se que usted desde arriba baila de felicidad cada vez que ve 40mil personas coreando su nombre en una cancha, que se inunda de alegría cuando ve una pared que lleva los colores que usted mismo eligió o cuando ve un pibe con la gloriosa Rojinegra. No se si lo soñó o lo imaginó pero su apellido es la razón de la vida de miles de personas. Todos nosotros llevamos un pedazo de usted dentro nuestro Don Isaac.
De más está decir que no tuve la suerte de conocerlo Don Isaac, pero sé que usted está esperándome allá arriba, como a cada uno de los Leprosos. Prometo contarle lo hermoso que es ser Leproso y la felicidad que implica llevar el rojo y negro en la sangre. Siga con el paragua abierto y alentando desde el cielo. Y no dude que lo primero que voy a hacer cuando me toque partir va a ser saludarlo, darle un abrazo y concederle las gracias por hacer que de un apellido de una familia surja la palabra más hermosa. Y entre lágrimas y carcajadas veremos juntos los partidos de La Lepra y le diré al oído que yo también fui hincha del Glorioso Newell’s Old Boys.
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