lunes, 5 de abril de 2010

Por la camiseta de Newell's matar o morir


Me remonto al tiempo y me encuentro en la Escuelita de Fútbol de Malvinas, con tan solo 4 años. Fue en ese momento que mi viejo me llevó para que empieze a correr atrás de una pelota, para divertirme y pasarla bien. Pero con todo el sueño de que algún día su hijo llegue a primera división.

Las vueltas de la vida hicieron que las condiciones no me ayudaran y me tenga que resignar a ver al Glorioso Newell’s desde la tribuna y no siendo un actor principal. Costó aceptar la realidad, pero desde ese entonces me propuse estar siempre cerca del Glorioso y hoy escribo estas líneas desde el lado de periodista, pero con la pasión y el sentimiento de cualquiera de ustedes.

Hasta acá nada nuevo dije. Incluso ahora me meto en tu vida y la empiezo a analizar. Si sos afortunado de tener trabajo, de las 24 horas del día mínimo se te van 8, más ir y venir. A esto sumale que dormís 6 horas como para poder reponerte. Entre desayuno, almuerzo, merienda y cena se te va otro tanto de tiempo. Ahora pregunto ¿Cuanto tiempo te queda para ser feliz? Probablemente al rededor de 3 o 4 horas de tu día, son especialmente para vos y tu placer. Seguirás pesando a donde quiero llegar. Bueno continúo. Seguramente se puede llegar más rápido a la felicidad si uno trabaja con gusto, realizando tareas que le caigan bien y así tener más horas de placer.

Las mismas horas que vos tenés para placer personal, son las que los jugadores profesionales le dedican por día a su entrenamiento.
Imaginate vos, con las condiciones de un jugador de fútbol, las cosas que serias capaz de hacer adentro del verde césped del Marcelo Bielsa. ¿Dejarías que un rival te pase como quiera? ¿Darías por perdida una pelota, cuando aun no está perdida? ¿Te sacarías de encima a la redonda, sabiendo que tenés miles de almas atrás tuyas alentadote? ¿Serías capaz de no salir motivado cuando en el vestuario vez al Diego con la rojinegra? ¿No te tirarías a un cruce para evitar un gol del rival?

Me dirijo a ustedes, señores jugadores. No dudo de la honestidad que tienen, muchos menos de sus capacidades. Tampoco dudaría de la falta de trabajo. Pero no nos agarren para la joda. Atrás de ustedes tienen un pueblo que iría a trabar con la cabeza. Pero como ustedes son los que tienen las condiciones de hacerlo, se lo exigimos. Disfruten de su trabajo, son unos afortunados. Trabajan de lo que más les gusta. Porque presión no es salir a la cancha, presión es no llegar a fin de mes con la guita y tener que darle de comer a cuatro bocas. Trabajo duro son los de las fábricas, cuando los ocho o doce horas que haces nunca se pesan, y mientras pensás la forma de ayudar a Newell’s. No me quejo ni lo haría de la remuneración que reciben, al contrario bien merecidos lo deben tener. Pero tambien piensen en el pueblo. En nosotros, la gente. La que no tiene tiempo para su familia, pero si para Newell’s. La que no llega a fin de mes, pero si para viajar. Ese vago y atorrante que lleva $5 de más en un viaje y se los da al que tiene al lado. Esta gente deja la vida día a día por el Glorioso Newell’s. Ustedes son los representantes nuestros ahí adentro, y tienen la facultad y responsabilidad para hacerlo de la mejor manera.

En la 15 hay una final y ahí quiero que se reciban de hombres. Quiero que salgan a la cancha con las mismas ganas que el pueblo Leproso irá a sacar la entrada, al banderazo e incluso a la caminata que como nos tiene acostumbrados saldrá hacia el templo del silencio. Dentro de unos días quiero sentirme identificados con cada uno de ustedes y que me demuestren que llevan merecidamente esa camiseta. Jugar en Newell’s es un lujo, un placer. Una alegría incomparable. Lo más maravilloso que le puede pasar a un ser humano. Aprovéchenlo, ustedes pueden, nosotros no. Nosotros estamos afuera para alentar, ustedes adentro deben ser la sangre de Isaac viviente, los huevos del Chocho Llop y el corazón de Gallego. Si dejan la vida en ese partido y lo ganan, estaremos orgullosos de cada uno de ustedes, si lo pierden será la peor humillación. La cuidad los castigará y no podrán ni siquiera salir de sus casas por la vergüenza. La gloria está en sus manos. No olviden que El Loco Bielsa ofreció hasta un dedo por ganar ese partido.

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