miércoles, 10 de noviembre de 2010

Un orgullo a la historia



Como también te paso a vos me fui a dormir bastante triste por la derrota. La noche del martes no la pude dormir de la ansiedad y esta porque venia pasado de revoluciones. Sin embargo me descuide y caí, me dormí. Y es ese profundo sueño se me apareció un señor vestido de traje y con unos bigotes que me resultaban conocidos. Me empezó a hablar de la historia, pero no de cualquier historia. Sino una que me sentía identificado.

Tambien me contó que siempre la vida trae sorpresas y que él ni siquiera pudo ver en vida las cosas que si vimos nosotros. Me decía que la paciencia y el esfuerzo son fundamentales y que todo en la vida llega. Me dijo que estaba orgulloso y que mañana salga a la calle como el mejor de los ganadores, porque es muy importante el como mas allá que el porque. El me dijo que iba a hacer lo mismo, y que tuvo que convencer a San Pedro para que lo dejara ver el partido bien desde arriba a la altura de Quito.

Quiso seguir y me explico que la vida no se basa en alegrías, sino en intentos. Me hizo reflexionar mucho incluso cerraba un ojo en señal de que las cosas venían bien. En un momento se quebró, y fue ahí, el momento que más me quedo impresionado. Me empezó a hablar de 1884 y de que él era le pionero del fútbol nacional, que siempre destacada entre sus alumnos principios básicos. Dice, sé que estás triste, pero esos muchachos que jugaron el miércoles lo hicieron de la misma manera que yo hubiese soñado. Falto el triunfo, pero entre ellos hubo una solidaridad increíble, un ejemplo de los que es la amistad. Correr de atrás a un rival porque un compañero no pudo hacer no tiene nombre. Tirarse al piso con la idea fija de que Newell’s quede por sobre arriba de todos hace que desde aca se los vea con buenos ojo.

Ni bien termino de decir eso y Antes de desaparecer me dijo, gracias por ser una familia tan maravillosa, por tener un grupo de representantes que dejan la vida en cada pelota y que están muy comprometidos con la institución como lo hizo claudio Lorenzo. Y sabiamente se despidio con un toque en la cabeza, bien suave, y murmurando me dijo:”Tranquilo hermano Leprosa, todo en la vida llega”. Me di cuenta que era Isaac Newell, y si él estaba orgulloso, mira si no vamos a estarlo nosotros.

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